martes, 28 de julio de 2009

El Mundo Grúa de Rulo

Gordo ex-rockero busca trabajo como operador de grúa.
Por Iván Porras Meléndez

Explosiones, Hollywood, épicos puntos de giro, anteojos 3D, melodramas y celebritis (así, leído en español con sentido patológico de hinchazón)…. No hay nada de esto en Mundo Grúa (1999), la primer película del director argentino Pablo Trapero, que hoy me corresponde recomendar para su cacería en dividí.

¿Qué nos atrae de las películas de Trapero? El intimismo con el cual vemos la historia, una puesta de escena que asemeja el documentalismo y unos personajes naturales que juegan a irrumpir la frontera entre la ficción y la realidad.

La primera que usted debería ver es Mundo Grúa, que sin darle mucha vuelta es la historia de Rulo, un obrero gordo y cuarentón entrenándose para manejar una grúa gigante de construcción de edificios.

Alrededor de la búsqueda de Rulo por obtener el trabajo de gruero se cocina la relación con un hijo rockero, Claudio, y la nostalgía de su pasado rockstar. Adriana , es una antigua fan, que lo redescubre entre los kilos de más y se ligan sabroso, entre recuerdos y milanesas.

La cotidianeidad sin grandes giros, sin mucha cosa, pero con un nivel emotivo impresionante a blanco y negro y 16 mm, una fotografía sucia, de relaciones familiares desgastadas y expuestas a la dura necesidad laboral.

Mundo Grúa es una película linda y de una preciosa tristeza y nostalgia. Después de verla, seguí soñando con esa sensación que me dejó la historia de Rulo y su cara iluminada por las luces de la carretera Patagónica.

La historia se termina en nuestras cabezas, donde se reconstruye una historia de vida, de alguién que después de casi de dos horas parecía más persona que personaje... -pobre Rulo, sólo quería rockear-... -pero qué manera de manejar esa grúa, cómo los grandes... y siempre diciendo que todo estaba bien-.

El primero de Trapero, es un filme de contemplación en el que “parece que no pasa nada”, porque se parece demasiado a la realidad, en donde de hecho pasan muchas cosas que el director nos señala.

Si usted es de esos que necesitan ayuda en la digestión cinematográfica y siente que la vanguardia se determina desde la yunai, entonces vale agregar que la película recibió muy buenas críticas en The New York Times.

Y si eso no le importa, simplemente siéntese y conozca a Rulo, a su mamá (abuela de Trapero en la vida real), a Claudio, a Torres a Adriana y a la maldita grúa T.

domingo, 26 de julio de 2009

Microscopio y Ultraviolencia

Por Iván Porras para La Malacrianza

Microscopio y Ultraviolencia

Una brutal embestida humana

Clasificada como ultraviolencia, la película Perros de Paja, del director Sam Peckinpah es altamente recomendada para antropólogos, gente que guste de Animal Planet, amantes del cómic con hemoglobina, cineastas en potencia y/o en especial a defensores intransigentes de la paz. Peckinpah expone su perspectiva, muy de autor, al tema de la violencia y la masculinidad.

Basada en la novela The Siege of the Trencher's Farm de Gordon M. Williams y bajo la puesta de un lenguaje cinematográfico independiente, la película se construye como una mirada psicológica de David Sumner, matemático de origen estadounidense, (Dustin Hoffman), y su esposa Amy (Susan George), quienes cambian su residencia a un pueblito de la campiña inglesa.

La serenidad de la pareja, se va quebrantando bajo una serie de sutiles circunstancias de hostigamiento y violencia pasiva: Charlie Venner, el exnovio de Amy es el trabajador que repara el garaje de su casa, junto a su pandilla de amigos de la juventud. Los trabajadores violan la privacidad de Amy en reiteradas ocasiones, primero al robarle un calzón, luego al observar su enagua al bajar del auto, a lo que ella reclama una acción por parte de su marido; acto seguido de una provocación de Amy al permanecer por instantes semidesnuda en la ventana frente a los hombres, en un reto recíproco de erotismo.


El introvertido David se presenta en contraposición a las confianzas y provocaciones de Charlie; el autor construye una atmósfera de violencia latente y contenida al principio para tornarse en un enfermizo conflicto de persecución y defensa.

Al parecer Peckinpah no quiere que nos identifiquemos con ninguno, más bien nos pone mediante su película en un nivel de distanciamiento constante, como de observadores de ese microscopio que muestra su historia. El ser humano visto desde arriba, analizado en sus relaciones entre individuos y en sus experiencias personales.

El desprecio que se le atañe, no es hacia la mujer, no es hacia los campesinos ingleses, no es hacia el académico americano; sino probablemente sea hacia a todos. Se gesta un experimento de variables relativamente controladas, no necesariamente verosímil a la realidad por sus acentos, pero definitivamente nada alejado los desenlaces que se leen en la sección de sucesos de cualquier periódico.

El experimento continúa y nos lleva a conocer a los individuos y sus experiencias en situaciones de una brutal embestida humana.